martes, 18 de octubre de 2005

Un día, una vida, una sonrisa

Hoy, Héctor cumple 42 años... ¿qué le puedo decir? ¿aparte de feliz cumpleaños?
Primero que agradezco a la vida la oportunidad de estar cerca de él...

Luego:

  • Que lo quiero, mucho.
  • Que escucharlo es bueno.
  • Que verlo jugar con Bruno, con mi hijo o con su sobrina nieta (¿?) le da vida a mi alma; y oírlo gritar las vocales con ellos, me desespera un poco (sobre todo me desesperaría si gritara con Bruno, qué bueno que con él no, jajaja).
  • Que lo admiro.
  • Que lo respeto.
  • Que me preocupa saber que está bien.
  • Que me alegra mucho serle útil.
  • Que me gusta verlo de veterinario, dando una receta y una clase al mismo tiempo (como dice su madre, a quien también debo felicitar hoy por cumplir 42 años de haber dado a luz un bebé hermoso, de más de 4 kilos -dice-).
  • Que me entretiene ver su adicción por el chocolate-recetasecreta que no he aprendido a preparar.
  • Que me causa mucha gracia tener que reservarle el lavabo más de media hora para el aseo de dientes a conciencia.
  • Que me fascina ver las fotos de sus perros, escuchar sus historias, especialmente la del Roñas.
  • Que lo odio cuando se pone quisquilloso y me da mil instrucciones.
  • Que entiendo a Nancy cuando se queja de que le grita con urgencia, y al llegar le dice: "trae un trapito porque hay una mancha en el escritorio".
  • Que escuchar su descripción técnico-científica de un suceso indescriptible me ha dado nuevas perspectivas. Jajajaja.
  • Que su fe se desborda y permea, que eso me ayuda.
  • Que necesito días de 50 horas para estar con él.
  • Que lo quiero.
  • Que aunque no quiero necesitarlo, me gusta encontrarlo.
  • Que lo quiero.
  • Que espero ser su amiga mucho tiempo, ¿para siempre?
  • Que me gustaría ser la mejor de sus amigas.
  • Que lo quiero.
  • Que de verdad cumpla su palabra de ser mi mejor amigo.
  • Que lo quiero.
  • Que lo quiero.
Pero sobre todo necesito decir que me enorgullece contar con su confianza, porque a su lado poesía es realidad y entrega es infinito; tu vida, mía; mi vida, tuya: la verdad más absoluta de la relación con Héctor.

Hoy que es su cumpleaños, la primera vez que lo compartimos, quiero decirle mucho más de lo aquí escrito, pero las palabras me traicionan, huyen y hacen malabares en el ciber espacio.

Sólo puedo agregar que deseo sea muy feliz, hoy, siempre, eternamente, que siga siendo un hombre ejemplar, un amigo muy apreciado, un hermano y un hijo amoroso, un compañero, alguien a quien todos quieren (como lo dijo Pancho), una motivación y una razón para vivir.

Felicidades doctor, te quiero mucho.

Sinceramente, Ana

P.D. Y gracias también por dejarme ver la vida con tus ojos.
P.D.2 Un abrazo de felicitación a doña Leo... y aunque festejes desde hoy, guárdame algo para el sábado...

domingo, 9 de octubre de 2005

Héctor, me haces sentir

A tu lado vuelo, junto a ti mis manos y mis pies se vuelven alas para recorrer el cielo… El mundo es poco para caminar contigo… Tus abrazos son hilos de plata que me unen al paraíso… Tus caricias son aliento, tus palabras son conjuro, tu mirada es magia y tus besos, sueños.

Aunque tu cuerpo se haya vuelto ajeno, tu corazón y tu espíritu siguen siendo fortaleza y refugio para mis angustias; tu mente se ha convertido en ancla que me retiene en puerto seguro, y tu cariño es mío, más mío que ninguno… con eso, cualquier limitación es nada… cualquier reto es pregunta de respuesta consabida…

Me has llevado, ángel, a recorrer senderos de dulzura, a caminar valles de entrega, a jugar en campos de armonía, y a bailar eternas danzas de felicidad y paz infinita…

Hoy sé que veo con tus ojos, que siento con tus manos, que apoyo mis pasos en tus piernas, que sostengo mi vida con tu fortaleza y que lleno mi alma con tu fe y esperanza.

Hoy puedo decir que he aprendido a querer de un modo distinto, a ver un mundo nuevo, y eso te hace parte inseparable, eterna, de mis andares por la vida.

Ana

viernes, 7 de octubre de 2005

El sol en la ventana, mis ojos en los tuyos

Hace unos días, el sol ha entrado por la ventana y he sido yo quien mira el rostro apacible del hombre que duerme a mi lado. Su gesto sereno, su sueño limpio, sus labios incorruptos y yo, mirándolo como algo etéreo, como el ángel que es, como la parte de mi sueño que continúa cuando despierto a su lado... no me siento enamorada pero sí inmensamente sorprendida con la belleza del momento: la ventana iluminada, la luz cálida... trato de no hacer nada para respetar la imagen que quiero recordar eternamente... intento respirar al ritmo de él, casi imperceptible compás el de su corazón, y él mío a punto de saltar inundándose de emociones...

Él abre los ojos, me mira, me miro en él, sonríe. Lo miro pensando que no es real, me mira pensando que soy real...


Gracias, Héctor, por darme instantes

Ana Silvia