lunes, 5 de marzo de 2007

Se adelantó la primavera

Hace ya unos cuantos días que las ventanas están abiertas de par en par, y serán cerradas hasta que lleguen "las aguas". Mientras, el sol inunda la casa; y afuera, en el jardín, el pasto está crecido y fuerte; el naranjo se ha llenado de racimos ahora verdes y suelta flores de azahar cada mañana, dejando perfumado el día.

Héctor no está aquí y eso le quita un poco de encanto al paisaje; no obstante, me ha ganado el sentimiento de pintar con palabras el cuadro hermoso que me regala la vida cada mañana de este marzo en que despierto sola.

En Cuernavaca no se le pusieron fechas a la estación y se planta casi todo el año, pero ahora, me impresiona, llegó brillante, impúdica, maravillosamente cálida.

Llenó el cielo de golondrinas, y pintó de rosa y lila la geografía de mi ciudad.

Cuando Héctor y yo estamos juntos, (a veces las circunstancias lo impiden y él alterna su vida en el Distrito Federal con sus estancias en Cuernavaca), cuando estamos juntos tratamos de hacer más vida fuera de la casa que encerrados. Incluso comer o desayunar y, si se puede, cenar en el jardín.

Me fascina su mirada de amor por todo, su asombro ante una catarina, su alegría por mojarse con la manguera en pleno abril, o su miedo/sorpresa de verse de pronto recostado sobre una manta en el pasto para contemplar el cielo, sus nervios en el jardín por sonidos de insectos que no le son familiares. A veces se denota como absolutamente citadino.

Cuernavaca es ciudad pero más parece un pueblo grande, un pueblo con aspiraciones de ciudad, le dijeron una vez. El sol es brillante, el cielo azul, hay mariposas y golondrinas, miles de flores coloridas. Hoy he visto decenas de primaveras floreando, árboles que pasan los diez metros de altura, sin una hoja verde, con macizos cuajados de flores rosas colgando orgullosas.

También hay muchas jacarandas, pero curiosamente este año, domina el paisaje la primavera rosada, lapacho le llaman en otros países. Aquí hay rosas y amarillas, pero hasta ahora en cada calle, en cada rincón, se ven las flores preciosas de las primaveras rosas. Cómo quisiera que el doc estuviera aquí, conmigo, que en cada ida a dejar a Mariano a la escuela, y en cada regreso por la tarde, nos entretuviéramos mirando árboles, tratando de decidir cuál es más majestuoso.

Hay una casa en pleno centro, se dice que fue propiedad del presidente Plutarco Elías Calles. Es una casa magnífica, colonial preciosa, con un jardín de ensueño visible desde la avenida. Hoy me complací al mirar sus árboles perfectos, altísimos. Alternando con esbeltas palmeras, la primavera dominaba el cuadro. Quiero que la veas, Héctor, necesito que me acompañes.

Eso es para Héctor, uno de los mejores regalos que puedo darle, compartir mi vida y mi paraíso.


El a mí me da muchos más regalos, pequeños diamantes en el brillo de sus ojos, y dulces besos cuando se pone de pie con mi ayuda, cuando se sostiene apoyado en mi abrazo, yergue su espalda y puedo mirarlo alzando la barbilla, cuán alto es, y me dice "chaparrita".

Es noche cálida, marzo y yo sin tus abrazos.

Te extraño, cielo, no tardes en volver,
Ana

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