miércoles, 5 de julio de 2006

Con los nomios en contra

Lo de mi relación con Héctor, sí comenzada por Internet ya ha sido tema de conversación en más de una ocasión -y no siempre yo enterada-; a todos les ha dado por hablar de ello, y dudo que a favor la mayoría de las veces.

Comienzan cuestionando lo inverosímil de un noviazgo a partir del contacto ciber. Pero bue... tú sabes que él, por razones terapéuticas (ja, qué gran excusa) pasa conectado horas y horas; sabes también que es un liso (no soy la primera que cae); sabes que tiene hecho su modo web; y sabes que yo me volví compulsiva de la red el año pasado. Dadas esas condiciones, inició nuestro contacto y después nuestra amistad, hace ya nueve meses.

Luego, se preguntan cómo podemos vivir juntos (a veces me lo pregunto yo también)... Afortunadamente, nuestro noviazgo web duró muy poco, apenas unas semanas; pero nos fuimos muy rápido: al mes de conocernos personalmente, ya estábamos compartiendo casa. Me gusta vivir con él, y es buen ejemplo para mi hijo. Hemos ido logrando poco a poco acostumbrarnos a ser familia... tenemos una armonía linda en casa.

Pasa algo muy curioso cuando Héctor está aquí, que por temporadas no está. Los amigos de Mariano suelen ser niños y niñas más grandes que él, preadolescentes casi todos, y tienen algo en común: ninguno tiene papá en casa, sí hay figuras paternas pero no un papá. Y el doc, como ellos le dicen, se ha convertido en un buen aliado para ellos, lo buscan para hacer la tarea, juegan en la computadora con él, lo consienten mucho, le ayudan, y obviamente le traen a sus perros a revisión (ay, hasta quieren convertir mi jardín en pensión y estética de perros en las vacaciones).

Hicieron una fogata y quemaron bombones (de paso, ahumaron la ropa recién lavada de la vecina); preparan palomitas; ven películas; en fin, de pronto tengo familia de cuatro o cinco hijos: Mariano es siempre el más consentido, en las piernas de Héctor, chipileado y disfrutando de la chorcha, pero se pone las pilas cuando es hora de cenar (pan francés, el menú favorito de todos mis hijos) y prepara mesa de fiesta con ayuda de sus hermanas. Tengo una familia linda.

Los nomios,

con todo y mi entusiasmo, van en contra. Pocas opiniones -más bien sólo dos- me dan esperanzas en mi relación: le apuestan más al fracaso. Hasta he llegado a creer que lo desean. Mis hermanos, mi madre, mis amigas, mis vecinas, hasta las muchachas que me han ayudado en casa estos meses, van por la tendencia de que me salga de esto.

Así que, amiga, no te sientas mal de hablar de eso... Estamos de moda.