miércoles, 28 de junio de 2006

¡Creo que soy Magdalena!

Desde Cuernavaca, Ana se confunde...

Amiga de Yucatán: yo no había ido a lavar el coche en lavados ultra rápidos, y es excelente opción. Hasta barata: miércoles $40 al dos por uno (lástima que no tengo otro coche). No sé cuánto cuesta por allá el servicio.

Veo que algunas cosas nos son comunes. Bendita provincia... Aquí en la calle se venden ramos de alcatraces, girasoles, lilis y un montón de flores, además de las consabidas rosas. Pero lo más común es que la gente tenga plantas -y flores- en sus propias casas. Yo tengo aves de paraíso, lirios, agapandos, clavellinas, rosas y, por supuesto, bugambilias, pero mariposas como la tuya, aquí no he visto alguna.

Aquí mariposas sólo de las otras, y por montones. Pero de las flores, Héctor me contó que trajo de Cuba perfume y estaba delicioso. Yo no, cuando fui, sólo compré ropa en el Quitrín... Oye, por cierto, ¿es verdad que en las noches claras, se ve el destello de las luces de La Habana desde Mérida?

Del tema que nos ocupa, las mujeres dedicadas al hogar, van los siguientes párrafos:

Ya sé que también me recortas a mí con las mamás de los otros niños... Bueno, ni modo, es lo malo de llevar una vida azarosa.

Perdonarás que hable en primera persona sobre lo que escribiste de Magdalena, pero no pude evitar proyectarme y comparar mi vida con la de ella.

La nena, Karla, en el 93
Yo tampoco tengo una hija, y la deseo mucho. Mi hija "postiza" cumplió 21 este año, y sus tiempos de ser mi cómplice quedaron atrás. Hace mucho que nos pasábamos la tarde juntas preparando postres. La extraño, pero su vida ya es otra.

Yo sólo plancho camisas ocasionalmente -últimamente cada vez con más frecuencia-; por lo regular, son las de domingo, y luego hago el nudo de dos corbatas... Mis hombres salen muy curritos, bañados, rasurado el que lo requiere, con zapatos boleados, camisas albeando, pantalones con la raya marcada y oliendo a fresco... Yo, corro con el cabello a medio secar y la cara a medio maquillar (usualmente termino, si es que, mientras manejo).

Ana, Mariano y Héctor
Yo soy mucho muy desordenada, aunque atesoro y ejecuto la invaluable lección de una de mis maestras de primaria: "un lugar para cada cosa, y cada cosa en su lugar".

Soy controladora, ni modo. Me gusta saber dónde estoy.

Igual que Magdalena, yo no quiero limpiar cacas de perro... Y con veterinario en casa, me sorprende haberme salvado hasta ahora. Pero resulta que mi hijo adoptó tres gatos -mamá y críos-, y tenemos dos peces que a veces padecen por mi olvido para cambiarles al agua.

En serio busco qué tanto me puedo parecer a tu amiga. Yo llevo el desayuno a la recámara o al jardín, por razones de comodidad para ellos, que no para mí. Y luego, cuando en la tarde llueve, ando corriendo para quitar el mantel antes de que se moje.

Mi suegra no me visita. Y ahora, por coincidencia, hemos ido a comer con ella algunos domingos seguidos; a lo mejor se nos hace costumbre, pero es una costumbre cara... ¡y cansada!

De las lecturas, mi doc me pide que le lea... y también le leo a Mariano... ambos momentos los disfruto mucho.

A mí también me piden algo al momento que alguien toca la puerta o justo cuando acabo de sentarme a descansar un minuto... o cuando recién me serví un rico plato de comida caliente... o incluso cuando acabo de cerrar la puerta del baño... y qué decir, cuando ya está lista mi almohada para recibirme Morfeo... ¡justo en ese momento, se les ofrece algo, a cualquiera de los dos! Y bueno, ni modo, ahí voy de nuevo...

¡Oh no, creo que soy Magdalena!

Como frío; duermo por ratos; no uso tacones porque siempre ando cargando cosas; no uso uñas largas para no arañarlos; a veces debo recogerme el cabello para no echárselos en la cara; si vamos a salir debo pensar cómo me visto, porque si hay piñata debo tirarme al suelo por los dulces, si es día lluvioso no puedo llevar vestido largo porque se moja al agacharme, tampoco corto porque se me ven los calzones, y con escote se me ven las chichis... ay no, ¡pero qué pasó conmigo!

Hace años que no estoy sola un momento para mí.

Pero ¿sabes, amiga? Soy inmensamente feliz, como quizá nunca lo había sido. Una sola de las sonrisas de mi hijo me devuelve el alma. Uno solo de los besos de Héctor me hace sentir que hice la mejor elección. Y uno solo de mis amaneceres junto a ellos vale la vida entera. Hace como una semana, me sorprendí diciendo esta frase antes de abrir los ojos: soy muy feliz contigo, Héctor.

Gracias, amiga Zuemmy, por dejarme poner en letras todo esto... Gracias por darme el cue... Te quiero

Ana... Mónica... por hoy, Magdalena