miércoles, 8 de febrero de 2006

Tanto como a Miranda

A Héctor lo quiero sinceramente, y lo que yo escriba no representa en absoluto ni mi amor ni mi lealtad a él. Eso él lo conoce personal y directamente, y sabrá en su momento valorarlo o despreciarlo.

Ahora diré algo que quizá no me corresponda, de alguien que me importa mucho y que a mí me significa mucho en la vida.

Héctor es todo lo que siempre he opinado de él, y mucho más.
Tiene más cualidades y fortaleza que muchos.

Hace varios años que el doc, mi querido doc, está atado a una silla de ruedas y su movimiento se limita a un dedo con el que da click al mouse... su manera de comunicarse es utilizando un programa de dictado con el que opera su computadora. Y es para él muy gratificante e importante hacer amistades por la web, que a consecuencia de la esclerosis múltiple se ha convertido en su mayor ventana al mundo.

Él aprecia cada nuevo contacto, valora mucho cada conversación, disfruta todos los mensajes, y responde con mucha gracia, con inteligencia, con chispa y con la sabiduría que la vida le ha dado... Yo lo admiro y lo respeto enormemente por esa actitud de confianza en la gente, y lo he querido mucho, como amigo, como hombre, como hermano, como ejemplo y como mi compañero en la vida. Y si más adelante decide que seré su compañera eterna, me sentiré muy orgullosa de estar al lado de un hombre como él.

El tiempo que compartimos nuestras vidas ha sido maravilloso y de constante aprendizaje. He aprendido a ver la vida con sus ojos, y he deseado hacer una familia con él. Le he prometido mi lealtad y mi respeto.

Él no necesita de mi ayuda ni de mi apoyo para hacer juicios ni tomar decisiones, que en eso me lleva muchísima ventaja y me quedan años por aprender de él. Su corazón está lleno del espíritu santo, y así lo demuestra en su día a día. Repito, no necesita mi ayuda ni mi protección. No requiere la lástima de nadie. Es un hombre sabio y agradecido con la vida, lleno de Dios en su hablar y en su sentir. Y cualquiera que sepa lo que es eso, sabe que Héctor no está ni estará solo jamás.

Hablo de mí, de él, de lo que siento.

Yo no pongo en juego mis sentimientos.

Héctor no se merece ser juego ni objeto de triunfo para nadie. Su corazón vale oro, y la parte que de él me ha dado es tanto como para que yo reconozca públicamente mi error y me disculpe con quien deba hacerlo.

Héctor, perdóname si he publicado hoy algo antes de consultarte,
pero esto no puede continuar, al menos no de mi parte. Te quiero, cielo, te quiero mucho, y no lo voy a negar hoy ni nunca. Te quiero tanto como a Miranda. Besos y abrazos... sé que se oye igual, pero... no... Tú sabes que no es igual.

Pensando en ti, Ana